TÉCNICAS DE
SUICIDIO
Hace unos años, a raíz del suicidio por amor de una pareja de
jóvenes, ambos por ahorcamiento, me puse a pensar cuales eran las mejores
maneras de quitarse la vida. Hoy, cuando ha regresado la moda de irse de este
mundo por la propia mano, regresé en pensamiento a mis ideas de las técnicas
más efectivas y baratas de salir de deudas, dolores, pesadumbres y demás
congojas que agobian a los seres humanos.
Hice un inventario mental de lo más empleado y la lista no es
muy extensa: ahorcamiento con diferentes elementos; balazos en la sien, la boca
o el corazón; cortarse las venas de las muñecas; envenenamiento con distintas
sustancias; arrojarse a un carro o el tren y, los más desesperados, buscarle
pelea a los hinchas de las barras bravas del equipo contrario. Esta última se
me ocurrió de pronto teniendo en cuenta que en todos los partidos llamados
clásicos hay muertos.
¿Por qué se suicida una persona? Como hay tantas
explicaciones les dejo la curiosidad a mis lectores porque no es el tema de
este monólogo. Yo tengo varias ideas baratas y efectivas para culminar con
éxito el intento de morirse… y lo digo porque muchos suicidas fallidos quedan
en silla de ruedas o locos o lisiados de alguna parte del cuerpo y esa no era
su intención. Claro que ningún método garantiza la efectividad en un cien por
ciento de morirse, para siempre como dijo un tonto, pero con mi asesoría se corren menos riesgos
de fallar y salen más baratos.
Pienso que el más efectivo es una aguja introducida por el oído.
Como todos los conductos de la cabeza comunican con el cerebro, el oído tiene
el acceso más directo. La aguja, de esas de tejer y muy aguda, se mete con
cuidado hasta el tímpano, ya instalada allí, se empuja con fuerza hasta la masa
encefálica y adiós el amigo.
Para los amigos de los venenos, el más barato es la sal de
cocina o cloruro de sodio. Está compuesta de cloro y de sodio, dos metales que
por separado son tóxicos y sumados aumentan su efectividad. Por supuesto que
una cucharada no basta, sólo aumenta la sed, pero un kilogramo si cumple con su
función de matar al paciente, cuesta mil pesos y se puede bajar con gaseosa
para acelerar la bajada por el gaznate y encontrarse con la señora muerte.
Los que tienen intención de arrojarse a un carro no lo deben
hacer a un automóvil porque corren el riesgo de salvarse y quedar lisiados. Esperen
uno de esos enormes camiones que transportan cerveza y harán un favor a los
borrachitos vecinos debido a que el chofer tratará de esquivarlos, los mata y
el carro se vuelca y habrá un reguero tremendo de botellas. Muchas no se rompen
y como en estos casos se amontonan gran cantidad de curiosos, los alcohólicos
aprovecharán para beber cerveza en nombre del difunto.
Para los aficionados a la muerte con sangre, les sugiero
evitar cortarse las muñecas porque es posible que se arrepientan y un alma
caritativa los lleve hasta el hospital más cercano, allí les cauterizarán las
heridas y se salvará su vida. Además quedarán las cicatrices que serán la marca
indeleble de por vida de que no fueron capaces de perderla. Con un buen
cuchillo afilado, córtense la yugular que es esa vena grande que se ve en la
garganta; corten con fuerza que de esa no los salva ni el patas. Tranquilos que
en el acta de defunción no dirá que se cortaron sino que la defunción se debió
a anemia aguda.
Un conocido mío se arrojó desde un quinto piso y fuera de las
dos piernas rotas y unas costillas, sólo estuvo en estado de coma dos meses y
salió en silla de ruedas. Les recomiendo a estos suicidas tirarse desde más
alto para no fallar en el intento. Y los que se ahorcan pueden seguir
tranquilos porque esta técnica es efectiva y causa impresión en la familia y
los medios de comunicación. La única falla es que la cuerda se rompa o el
soporte donde la amarran. La lista es más larga pero los métodos expuestos son
los más efectivos y espectaculares. Pero, como lo dije una vez, el suicidio no
causa adicción.
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