La envidiosa y chismosa mujer, durante toda su
vida, asesinó mentalmente a muchos amantes felices, condenó romances
prohibidos, destruyó reputaciones y gritó, a cuantos pudieran y quisieran
escucharla, que su vida era un paraíso y un ejemplo de virtud, y toda unión
ilegal, que eran todas las no bendecidas por la iglesia de Dios, estaba
condenada a terminar en los más profundos infiernos.
Tapó a los ojos del prójimo todos los pecados de
su esposo y, además, soportó años y años su impotencia sólo para tener bases y
sustentar sus tesis de amores ideales.
Se suicidó, tragándose la lengua, cuando su hija
mayor le confesó que debido a su condición de ninfomaníaca, era promiscua.
Edgar Tarazona Angel
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