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viernes, 2 de octubre de 2015

LOS MEJOR Y PEOR VESTIDOS DEL PAIS




Por estos días empiezan las noticias de farándula, a falta de temas importantes, a plantear pendejadas de toda índole; y no me refiero solo a la prensa de Colombia, es un fenómeno mundial que despierta mentes aletargadas para que voten u opinen sobre unas cosas tan, pero tan imbéciles, que dan ganas de llorar.
Se habla, por ejemplo, de los mejor y peor vestidos, y cuando se habla de este tópico, por supuesto que se refieren a personajes del espectáculo y de inmediato algunos jerarcas de l mundo de la moda escogen una lista de personajes que, según ellos se visten bien o lo hacen de manera ridícula. Yo observo las fotos y me pregunto qué demonios ven es esos trajes, vestidos o atuendos para definir que están mejor presentados que el resto del mundo. Las damas por ejemplo a veces parecen guacamayas pero el modisto de turno decide que se viste bien y listo, está en el primer lugar.
Olvidaba decir que se clasifican diez mejores y diez peores. Eso pasó a Colombia donde se hace una selección según los modistos nuestros y sigo sin  comprender que tiene de raro n traje de paño que distingue a un caballero de otro traje del mismo paño que viste a otro. Yo los veo iguales pero por lo general descalifican al más feo. Claro que para esas clasificaciones se tiene en cuenta que la vestimenta sea exclusiva, o dicho en otra forma, que sea diseñada por los mandamases de la moda. Uno como humilde persona jamás entrará en la jerarquía de los mejor vestidos pero, como compensación, tampoco aparecerá entre los peores.
Lo risible del asunto está por el lado de las damas que se enfurecen cuando ven sus nombres en la lista de las malas, maldicen a los diseñadores, a sus modistas y sueltan palabrotas que no se pueden publicar diciendo a quien quiera oírlas que les importa un soberano culo que las crean mal vestidas y que si paratin y patatán pero al siguiente año están tratando de vestirse mejor. (según los dictadores de la moda). No se que pueden aportar estas pendejadas a la cultura, pero las revistas de farándula se venden entre un público que no tiene la mínima  idea de quién es García Marques y, a duras penas, saben que la capital de Colombia es Bogotá DC.

Da tristeza comprobar que las revistas rosadas proliferan cada año con mayor cantidad de chismes mientras que las revistas de ciencia y cultura desaparecen por falta de lectores. 

LA PRIMERA Y ÚNICA PIEZA DEL ROMPECABEZAS

 POR SERGIO MARENTES:

Alguien me retó a leer en voz alta la primera frase del el libro número diez, de derecha a izquierda, de mi biblioteca, como si me encontrara frente a una multitud de lectores. Se trataba de elegir cualquier anaquel y contar hasta el décimo libro, sacarlo, leer la primera frase en voz alta y guardarlo nuevamente como si nada hubiera pasado. El truco estaba en continuar la vida como si no se hubiera leído nada y la audiencia en realidad estuviera observándome seguir con lo que hacía. Acepté de inmediato y me dispuse a contar con mi índice para no equivocarme, no quería arruinarlo leyendo el que no era o el adecuado pero no estando seguro, que es peor. Sabía que el libro sería de mi autor preferido porque tengo casi treinta libros de él, así que conté lentamente recordando, cada vez que posaba el dedo sobre cada lomo, las primeras frases respectivas.
Diez.
No.
No estaba el libro diez. Apenas si dejó la huella: el libro nueve y el once se sostenían aferrados al ocho y al doce para no tocarse, para evitar la fatalidad de desaparecer al diez o, peor aún, para permanecer a toda costa en su cómoda decena. En su lugar, el lugar del libro diez, había una caja rectangular inmaterial. No sabía dónde estaba ese libro. Sabía cuál era y hasta me sabía el primer párrafo de memoria, lo había leído varios pares de veces, pero no se trataba de leerlo ya sino de hallarlo o, por lo menos, saber dónde estaba, quién lo tenía, a dónde se había ido sin mi permiso.

Ojalá fuera el noveno o el undécimo de cualquier biblioteca, o el último, pero nunca el décimo porque la primera frase de ese libro es todo el libro y no cualquiera aguanta una lectura de más de seiscientas páginas. Además, no quisiera esperar el turno detrás de semejante lectura, ni mucho menos leer antes de ella, porque no merezco el olvido tan rápido. Espero tener buena memoria entonces, porque empezaré, cuanto antes, a leerlo para ustedes…