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sábado, 21 de marzo de 2015

UNA MADRUGADA ALCOHÓLICA






Me gusta salir temprano a darle un paseo a la miseria; entre las seis y las siete de la mañana. Encuentro a los mendigos acostados en los andenes y están despertando cuando paso a su lado; los cartoneros recogen el papel y los cartones arrojados a la calle por los ciudadanos más favorecidos y los echan en sus humildes carritos de tracción humana; pasan los borrachines tambaleándose y hablando solos, o emparejados de tal manera que no se sabe cuál sostiene al otro; algunos están acompañados por una prostituta más desastrosa que ellos.
El parque central está solo. De la iglesia catedral salen los sonidos de los cánticos religiosos entonados por los feligreses madrugadores. Aparece por una esquina el señor Pardo empujando su carrito de helados y se instala en un rincón de la plaza donde no estorba, con una enorme fe más grande que el templo porque a esta hora tan temprana y fría quién demonios le va a comprar su mercancía. Las palomas eternas revolotean sobre la plaza esperando a las almas caritativas que todos los días les echan granos de comida, pero ellas no saben que su mayor benefactora falleció hace cuatro días y ayer la enterraron.
Las palomitas comen y cagan y vuelan, no siempre en ese orden pero para el caso da igual porque quien lea esto y conozca esas aves acomoda el orden según su experiencia porque ellas, sin precisar la puntería de sus excrementos los arrojan como proyectiles hacia abajo; bueno, como casi no hay nadie no hay peligro, sin embargo un maldito día estaba la plaza sola y yo solo y una maldita me cagó toda la cabeza, creo que ganó el primer premio al tiro al blanco con mierda, se lo perdono porque el arrullo de todas me aquieta. Pasan algunas parejitas tomadas de la mano y con cara de satisfacción, acaban de salir de un hotel, ¡Qué envidia!
Escucho desde mi ubicación en la banqueta fragmentos de conversaciones y me digo que soy muy afortunado en esta vida mientras pasan personas apresuradas rumbo al templo, van retardadas para la misa; veo señoras con canastos en dirección al mercado; se me arriman perros callejeros, me olisquean y siguen, uno de esos malditos levantó la pata y orinó contra mi  banca y se alejó; se detiene cada diez o doce pasos para  rascarse la picadura de las pulgas y se me viene a la cabeza que los surtidores de agua de la fuente ayer estaban funcionando y hoy no, ¿Qué Pasó?, los semidioses griegos de las aguas rodean al gran Poseidón y observo algunas palomas que se bañan y otras que toman agua y pienso ¿Qué tal echarle al agua unos dos litros de aguardiente?, Pero, mejor no, mucho desperdicio y las palomas borrachas y tal y se meten a la iglesia y que tal todas con diarrea... y los perros también toman de esta agua y se emborrachan y los gamines y... ¡Qué va, que voy a desperdiciar mi billete y el líquido precioso! En los años lejanos de mi juventud no madrugaba a caminar sino a llegar a la casa; era como esos borrachitos del paisaje urbano mañanero; media de aguardiente o ron entre el bolsillo del saco o el abrigo mas litro y medio en la cabeza y una o dos mujeres al lado, ¡qué belleza! Miro la fuente desde donde estoy que es la parte posterior de la escultura y me doy cuenta de que Poseidón me mira con el trasero y pienso que muy dios y lo que sea pero tenía buen culo. Hoy me estacioné en una banca debajo de un árbol desde donde puedo ver y oír sin peligro de que me bombardeen con sus excrementos las palomitas de mi Dios entre las cuales no hay ninguna completamente blanca y me digo que el Espíritu Santo no está entre ellas. Llegan las personas del tiro al blanco con escopeta, los loteros, los del raspado, el viejito con el artefacto de hacer burbujas, etc. Doy vuelta a la fuente y leo ALEGORÍA AL HOMBRE (Luís Eduardo Suárez, escultor), dice una placa en algún lado de las esculturas del centro de la ciudad (que no es el centro) y veo a un viejito haciendo pompas de jabón para atraer a los niños inexistentes en esta hora porque es domingo y los infantes están durmiendo y me pregunto ¿A qué horas salen la viejita de la llama peruana y las fotos y los de los triciclos de alquiler?
El parque es el resumen de todo lo interesante de la localidad a esta hora de la mañana y mientras observo a los borrachitos tirados en el piso con sus botellas a medio desocupar con quien sabe que porquería alcohólica me bebo un sorbo de brandy del bueno y me dan lástima sin pensar que yo soy de los mismos pero con más dinero. ¿Dónde están los malos? No sé, tal vez han pasado ante mi vista y no los he detectado o ellos a mí; es una forma de ser “invisible” y recuerdo “El perfume” que releí en estos días porque el protagonista desaparecía del olfato de los seres vivos al carecer de olor y, a voluntad personal, se ponía un aroma para que se afectaran las emociones y sentimientos de quienes lo rodeaban... estos que están tirados en el piso si tienen olor; hieden a tufo alcohólico, a vómito, sudor, pecueca. Yo me huelo y me creo el putas porque me bañé, afeité y la loción es de calidad.

¡Más tarde, después de otras dos medias botellas de brandy, estoy abrazado con dos de los que detestaba en la madrugada!.. hace sólo dos horas, sorbiendo a pico de botella el maldito alcohol que trata por igual a todo el mundo y mirándolos de frente les confieso: ¡hermanos…hip…definitivamente el trago es muy democrático! Y Me paro contra una palma a mear mientras pasan las señoras que van para la próxima misa.


Edgar Tarazona Angel. Fusagasugá 2003

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