Pie de foto: Maria del Mar Rodriguez Tapia (LA BRUJA antes de la transformación) y el SAPO |
En el poblado
todos le decíamos Bruja, tal vez por su aspecto. Era la encarnación real de esa
imagen que por siglos nos han
dado el arte y la literatura de esas mujeres dedicadas a la hechicería y la
magia negra, y con eso no quiero afirmar que a alguien le constara que la
susodicha se dedicara a estos menesteres enigmáticos que le hubieran valido la
hoguera en tiempos de La Inquisición.
Los
muchachos de todas las épocas se complacen en fastidiar a sus mayores y con más
ahínco y crueldad cuando la persona tiene algún defecto notorio o
característica desfavorable con relación al resto de la humanidad y Bruja era
un ser de esos que destacaban por
su fealdad, vestido, ademanes y demás entre todos los habitantes; por todo esto
era el blanco favorito de las burlas y bromas pesadas de niños y adolescentes;
entre estos se destacaba con honores Rafael, un muchacho díscolo, rebelde y
rencoroso con todos los mayores de dieciocho años.
Inventaba a
diario o discurría las peores maneras de sacar de casillas a los más sensatos y
hasta los santos de la iglesia no escapaban de sus bromas macabras porque de
pronto resultaban con bigotes, antifaces u otras cosas peores. Con la bruja su
saña era inaudita, parecía que la vieja encarnaba, para él, todo lo digno de
ser odiado y maltratado: le ponía zancadillas para que cayera y como la vieja
lo evitaba el maldito se las ingeniaba para atravesarse en su recorridos
habituales; le prendía chicles en el cabello, apedreaba el perrito que la
acompañaba, le rompía a pura piedra las tejas de la casita, le tumbaba la
canasta con el mercado y la vieja lloraba y lo amenazaba con el puño cerrado.
Dicen que un
día en voz baja lo maldijo y juró por dios y por el demonio que se arrepentiría
por los días de su vida de todo el mal que le ocasionaba; Rafael la escuchó con
su expresión socarrona y maliciosa y para demostrarle que no le temía a sus
amenazas le soltó una patada en el trasero que lanzó a la Bruja a tres metros.
Ella se levantó llorando, lo miró como nunca le habíamos visto la mirada y
nosotros si nos asustamos pero Rafa arreció los ataques contra la anciana.
El tiempo
pasó y un día caímos en cuenta que hacía rato no veíamos por ninguna parte a
Rafael y menos a la Bruja. Esta se desvaneció por siempre jamás. A nuestro
amigo lo encontré yo una mañana que salí a caminar por el campo. En el silencio
de la campiña escuché claramente una voz que me llamaba y era la de nuestro
malvado amigo; le respondía mirando para todos lados pero no lo ubicaba; el
sonido me guiaba y caminé en la dirección de donde salía pero seguía sin verlo
hasta que de pronto me dijo:
- ¡Aquí estoy, mire el suelo!
Me agaché y
descubrí de donde salía la voz. La Bruja lo había convertido en un sapo.
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domingo, 8 de marzo de 2015
LA BRUJA
Etiquetas:
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