Compré el periódico Q’ HUBO de Antioquia y me asombró ver las
estadísticas del día de la madre 2014. A pesar de ser un periódico amarillista
las estadísticas están basadas en la realidad: 17 muertos y 1021 riñas entre la
noche del sábado y el domingo de la madre. Las causas las da la misma policía;
excesivo consumo de licor, reencuentro de familiares que tienen resentimientos del pasado y
arreglo de cuentas viejas por enemigos que se atraviesan en la fiesta.
Estas cifras me hicieron viajar mentalmente al pasado y en
mis recuerdos aparecieron celebraciones con sangre entre hermanos y familiares;
también anécdotas curiosas y no por eso menos penosas porque muchos hijos
confunden la celebración del día de su mamá con un motivo para bailar y
emborracharse y eso me comprueba que las costumbres se mantienen y si quitamos
la tecnología, son una repetición del pasado.
Recuerdo una familia Méndez de Fontibón. La señora Lucrecia
tuvo diez hijos de los cuales ocho fueron mis alumnos; por esta razón me
invitaban a algunas de sus reuniones familiares y puedo dar constancia de lo
que sucedía. Desde el día anterior empezaban los preparativos de la parranda y
lo primero que llegaba a la casa era la cerveza y el trago. Como la casa era
grande seis de los hijos vivían con doña Lucrecia con sus cónyuges e hijos y
empezaban a beber para alegrarle la vida a la viejita. Yo aparecía el domingo
con un regalo para ella. Los hijos le regalaban ollas, planchas, cubiertos y
todos los artículos necesarios para el hogar pero no para ella. Durante la
mañana terminaban de llegar los que podías y a beber se dijo, hombres y
mujeres.
Mientras tanto la señora se afanaba en la cocina preparando
comida para treinta o más personas ayudada, por ratos por alguna de sus hijas o
nueras. Todo transcurría entre risas y música hasta la una o dos de la tarde
cuando llegaba la hora de almorzar y en este preciso momento empezaban los
disgustos. A uno le sirvieron más, a mi no me gusta esta presa de gallina, su
hijo le sacó la lengua a mi hija, su china mugrosa le jaló el pelo a la mía,
etc. etc. De las palabras airadas pasaban a los insultos, luego empujones y
cada mujer defendía a su marido e hijos y eso terminaba, casi siempre, en una
batalla campal con presencia de los vecinos y la policía.
No sé cuánto han cambiado las cosas en materia de obsequios a
la mamá; pero era corriente que le llevaran en su día artículos para la casa y
se olvidaran que la agasajada era ella. Hoy, en la modernidad, es común
obsequiarle un celular y, pienso yo, no es tanto por amor sino que facilita la
comunicación con ese ser querido que nos trajo al mundo y nos evita viajar a
verla, digo yo.
Lo que no entiendo es porque en esta celebración hay que
tomar licor si la mayoría de madres son abstemias. Ellas son felices rodeadas
de sus hijos y nietos y no creo que verlos borrachos y peleando sea el mayor
regalo. Con el paso de los años el comercio se entromete más y más y ya no es
un día sino el mes de las madres. Muchos pensamos que son todos los días los
que se les deben dedicar. No es solo la presencia física porque muchos hijos
que están a diario con ellas solo sirven para amargarles la vida, es la
preocupación por su bienestar y evitar los actos que les molestan.
Mi madre decía que el mejor y mayor regalo que se le podía
hacer era el buen comportamiento de sus hijos y nietos. Estoy seguro de que es
el deseo de la mayoría de las madres del planeta tierra. Al comienzo del
artículo me referí a los muertos y riñas del 2014, pero sumando 2012, 2013 y
2014 son 44 los muertos en esta celebración y más de 3000 peleas. Qué tristeza.
No les den nada material pero tampoco disgustos. Pienso que siente una madre en
su día viendo a su hijo muerto y, ojala, por mano de otro de sus retoños. Nada
de serenatas, nada de flores, nada de fiestas y nada de violencia.
Edgar Tarazona Angel
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